Los cacicazgos en Costa Rica a la llegada de los españoles: una perspectiva etnohistórica

1. INTRODUCCIÓN
El objetivo principal de estas páginas girará alrededor de la reconstrucción de Costa Rica en el siglo XVI, enfocando la actividad humana de los hombres que ocuparon su actual delimitación territorial en aquella época. Reproduciremos aspectos humanos y físico-geográficos que conformaron el escenario de los pueblos de indios sobre los que actuaron los españoles, causando imborrables huellas, todavía identificables en la actualidad.
Los resultados de la etnohistoria, comprendida como un campo de estudio especializado cuyo objeto, en este caso, se centra en la reconstrucción de las sociedades indígenas al momento del contacto con los europeos, tienen una importancia fundamental. Para que esa reconstrucción trascienda más a la de pura descripción, es indispensable contemplar la explicación de la dinámica social, del movimiento que rigió dichas sociedades antes de la conquista y durante ésta y el proceso de colonización.
En resumen, la etnohistoria puede considerarse un campo de estudio de las ciencias Sociales que se coloca entre la antropología y la historia. Desde esa posición dirige su mirada hacia ambas para lograr el cumplimiento de sus objetivos.

2. LAS FUENTES ESCRITAS COMO HERRAMIENTAS DE
TRABAJO
La etnohistoria fundamenta sus investigaciones en fuentes escritas de la época, las que en Costa Rica se encuentran en el Archivo Nacional se hallan sin transcribir, lo que significa que están escritos en alguna grafía antigua que requiere de conocimientos paleográficoso de especialistas para la lectura.
Otros se encuentran en archivos extranjeros, como el de Sevilla en España y el de Guatemala, entre otros.
Estos escritos contienen información acerca de diversos tópicos: se trata principalmente de las preocupaciones de los españoles en cuanto a asuntos y problemas económicos, políticos y sociales a los que se enfrentaron, lo que posibilita al etnohistoriador encontrar datos de diferente naturaleza que le serán de gran utilidad.
La tradición oral en forma de mitos o relatos constituye otra fuente que puede contener relaciones e información importante de conocer. En Costa Rica esas narraciones corresponden especialmente a los bribris, cabécares y borucas actuales que, como descendientes de los indios del siglo XVI, todavía guardan algunos aspectos de sus culturas que le interesa mantener y que se contienen en esas narraciones. De manera similar, realizar visitas a comunidades indígenas del presente puede ayudar al etnohistoriador a comprender aspectos de sus vidas en otros tiempos.
La etnohistoria no se estudia como una manera de llenar una curiosidad acerca del pasado. En la actualidad, los avances de las Ciencias Sociales en general demuestran, con mayor solidez, que existen fuertes vínculos entre el pasado y el presente. Entre esas disciplinas, la historia ocupa un lugar principal. Es pertinente preguntarse acerca del para qué de la historia, o sea, ¿para qué sirve la historia? En palabras que parecen más simples de lo que significan, Pierre Vilar, distinguido historiador francés, indica la necesidad de una historia razonada que se preocupe por trascender textos y actos del pasado: que brinde los elementos necesarios para mantener una actitud crítica y analítica a la vez sobre la actualidad, sobre el presente en que se vive.
En la comprensión de ese pasado, la historia se ha nutrido también de la antropología, lo que le abre nuevas perspectivas al historiador y lo guía hacia el objetivo básico de su disciplina, cual es el estudio de las relaciones que se establecen entre los hombres en el seno de la sociedad.

3. COSTA RICA A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES
3.1 América Prehispánica
La América Prehispánica -de la que el actual territorio de Costa Rica formó una parte importante- se encontraba poblada por sociedades que se distinguieron por diversos tipos de relaciones establecidas entre sus medios naturales y sociales. Algunos de ellos lograban desarrollar relaciones y mecanismos más complejos en sus formas de producir, en sus maneras de gobernarse, en aspectos militares, religiosos, y en la organización social en general. Ello motivó contrastes notables entre los pueblos con que se encontraron los españoles. Puede pensarse en las diferencias entre los incas de Perú, los nicarao de Nicaragua, los guaymies de Panamá y los huetares de Costa Rica, como ejemplo de lo anterior. Entre esos grupos, los incas pueden calificarse como sociedad más compleja que la de los nicarao, pero una mayor complejidad no sugiere cualidades de inferioridad o superioridad.
Las distinciones socio-culturales entre los grupos americanos se lograron en la medida en que el desarrollo histórico de cada sociedad se efectuó a diferentes ritmos. A la vez, como el resultado de enfrentamientos particulares a experiencias diferentes en medios naturales diferenciados. A ello obedecieron las distintas costumbres, lenguas, creencias y grupos humanos de la América indígena de aquella época.
Los pobladores del actual territorio costarricense formaron una importante parte en ese mosaico interrelacionado de sociedades aborígenes. Se mantuvieron vinculados con otros grupos americanos del norte y del sur por medio de relaciones económicas, políticas y sociales. El establecimiento de ellas y la comunicación necesaria para su desarrollo se vieron complementadas, en gran medida por el empleo de rutas terrestres y de navegación. Algunas de ellas forman las bases de las vías de comunicación actuales en Centroamérica. Esos mismos caminos fueron utilizados tiempo atrás en ocasiones de pillajes, emboscadas y otras acciones bélicas en que se involucraban esos grupos frecuentemente.
3.2 Nuevos Datos de Población.
Hasta hace poco tiempo se afirmaba que en ese momento la población autóctona de Costa Rica era de 27200 habitantes, con fundamento en datos que brindó el Obispo Bernardo Augusto Thiel en el siglo XIX, gran estudiosos de nuestra historia. En Costa Rica esa cifra no se cuestionó durante años y se tomó como punto de partida para realizar otros estudios y análisis. Además, para afirmar que casi no había población aborigen y, a partir de allí, dar paso a una interpretación de la conquista como fácil proceso de dominación acompañado por el sometimiento voluntario de pocos indígenas.
Creemos que el hecho de que la cifra propuesta por Thiel se aceptara casi sin cuestionamiento se debió principalmente a varias circunstancias, relacionadas con el avance de la ciencia en general, y con el desarrollo de las ideas en nuestro país. La conquista española se difundió y aceptó –también sin mayores dudas- como el acontecimiento con el que llegó la civilización a América. De manera que la visión que predominó fue la de una población americana conformada por seres inferiores, incultos e incapaces, conquistados
y civilizados por los españoles. Esta concepción se ha extendido hasta el presente.
Un cambio reciente en el pensamiento acerca de la llegada de los españoles a América, condicionado por una posición teórica distinta, redunda en brindar enfoques diferentes. Por ejemplo, se trata de señalar el papel del indígena en la historia, el que había estado opacado por un privilegio hacia lo europeo en la antigua visión. Esta nueva perspectiva estimula nuevos campos y temas de estudio afines, con el consiguiente desarrollo de nuevas herramientas teóricas y conceptuales, además de técnicas y métodos modernos. Por eso es comprensible que surjan en estos tiempos nuevos datos acerca de la población indígena.
En la actualidad, especialistas en el campo han revisado la información que brindó el Obispo Thiel y encontraron que tal cifra no es aceptable porque no hay coincidencia entre los datos que él presenta y la información disponible. Tampoco se ha podido esclarecer cuál fue el método que empleó para alcanzar esos números.
Por otra parte, el uso de técnicas modernas en el campo de la demografía histórica brinda otros resultados que contrastan, notablemente, con los comentados. De tal manera hoy día se propone que la población autóctona de Costa Rica se aproximó a los 400.000 habitantes. En el resto de los actuales países centroamericanos, en El Salvador por ejemplo, se estima una población cercana a los 500.000 habitantes; en Nicaragua y Panamá, cerca de un millón respectivamente; en Guatemala dos millones y en Honduras 750.000. Estas cifras pueden dar una idea del estado de la densidad de la población en que se encontraban esas regiones de Centroamérica a principios del siglo XVI.

4. EL AMBIENTE NATURAL DE COSTA RICA
El ambiente natural de Costa Rica no fue muy diferente al que predomina actualmente. Se podría afirmar que una de las diferencias más notables consiste en la mayor abundancia de bosques. Ello sugiere que en aquella época el paisaje era pleno de árboles, rico en variadas especies de flora y fauna, bañado por ríos caudalosos por los que bajaban torrentosas corrientes de agua en su camino hacia el mar.
Las fuentes documentales mencionan el azote de embastes de la naturaleza, tales como torrenciales aguaceros, inundaciones, sequías, y fuertes vientos. Hablan también de plagas de insectos como las langostas, factores que hacen pensar que esos factores formaron parte de los problemas que se presentaron a los indígenas antes del arribo español. Los conquistadores alababan también la fertilidad de la tierra: la describen como propicia para la producción agrícola y comentan acerca de la belleza natural que le conjunto ofrecía a sus ojos.
Cabe mencionar que este país reúne características especiales en cuanto a su geografía, ya que cuenta con señaladas diferencias altitudinales a ambos lados de las coordilleras que lo atraviesan y que favorece la existencia de doce zonas de vida y siete transicionales, Ello implica diversos ambientes naturales aptos para el desarrollo particular de distintas especies de flora y fauna.
Estas diferencias fueron aprovechadas por los indígenas, quienes distribuyeron sus asentamientos y el desarrollo de sus actividades en aquellas regiones que reunieran las condiciones más adecuadas a sus intereses, productivos y defensivos. Es así que ocuparon zonas en tierras altas más altas, como Cot de Cartago, en tanto otros ocuparon tierras más bajas, como Chomes en la costa del Pacífico.

5. EL SISTEMA SOCIOPOLÍTICO
Los indígenas se organizaron, en ese medio natural, en sociedades cacicales, o cacicazgos, para el desarrollo de sus actividades sociopolíticas.
Tal tipo de organización es producto de la experiencia de siglos anteriores, las que habían venido cambiando lentamente hasta llegar a conformarse en las sociedades con que toparon los españoles.
Los cacicazgos que hemos podido identificar son trece y existen las posibilidad de que ese número sea mayor por lo menos en seis más. Al momento, falta información que permita reconstruirlos con mayor profundidad. A los cacicazgos los hemos denominado de acuerdo con nombres de lugares y de caciques a ellos asociados, que se mencionan en los documenetos de los siglos XVI y XVII. Son los siguientes: Aserrí, Boruca, Coto, Garabito, Currirabá, Guarco, Pacaca, Pococí, Quepo, Suerre, Talamanca, Tariaca, Votos.
Entre los probables están: Cange, Chomes, Churuteca, Corobicí, Orotina, Zapandí.
Algunos de estos cacicazgos tuvieron mayor importancia que otros, en el sentido de que detentaron una mayor cuota de poder y ejercieron mayor influencia sobre los demás. Se denomina señoríos en el caso de que uno de ellos ocupe una posición dominación preponderante sobre otros con los que le unen lazos estrechos. Un ejemplo lo constituye el señorio del Guarco, que dominaba Pococí, Suerre, Curridabá y Aserrí. A su vez, el cacicazgo del Guarco se conformó por los siguientes pueblos: Cot, Quircot, Tobosi, Orosi, Uxarraci, Taquetaque, Atirro, Teotique, Turrialba, Ybuxybux, Corroci, Aquiay.
Estos asentamientos funcionaron de acuerdo con un principio de jerarquía, de rango: según el status del cacique, así era la importancia del pueblo que gobernaba dentro del cacicazgo; y, con base en ese mismo principio de rango, así sobresalía un cacicazgo del Guarco, Turrialba, Corroci y más tarde Tucurrique, que fueron pueblos importantes, mientras que en ese mismo momento ese cacicazgo fue el principal entre los otros que formaban el señorío. Los caciques de esos pueblos estaban emparentados de manera cercana con el cacique principal de todo el señorío, quien se conoció como Fernando Corroque en 1590.
La distribución espacial de los pueblos del señorío del Guarco estuvo
relacionada con las diferentes regiones naturales. Una estimación de su extensión alcanza la cifra aproximada de 754 kilómetros cuadrados. La estructura arquitectónica de las edificaciones y el trazado de los pueblos se asemejan a las edificadas por los arqueólogos en sitios como Guayabo de Turrialba o Agua Caliente de Cartago. Otras variantes parecen haber coexistido en otras regiones.

6. ACTIVIDADES PRODUCTIVAS
Entre las actividades a la que se dedicaron los pobladores, las labores agrícolas consumieron la mayor parte de la energía humana. El sistema de roza fue el utilizado para la siembra de productos tales como el maíz, la yuca, el camote, los frijoles y los chayotes, entre otros. Los diferentes ciclos productivos se completaban con pesca, cacería, recolección de hierbas y frutos. La pesca era frecuente en ríos como el Reventazón, con arpones de madera o con venenos vegetales que, agregados al agua, atontaban a los peces, los que luego eran atrapados con redes de bejucos. Se buscaba también otras especies, lógicamente. En la cacería se preferían animales tales como chanchos de monte, venados –de los que se dice eran muy abundantes- dantas, conejos y aves, para mencionar solamente algunos.
Puede hablarse de la pre-domesticación de varios animales, como el
chancho de monte (Tayassu tajacu) y la Danta (Tapirus bairdii), animales que al ser apresados jovencillos, tornaban mansos y seguían a sus amos por todas partes.
La actividad contemplaba la obtención de miel y cera de abejas, y frutos como zapotes y guayabas, palmitos y otras especies frecuentes en las montañas, útiles también para otros menesteres. Las numerosas actividades productivas y la posibilidad de obtener variadísimos recursos posibilitaron la autosuficiencia a estas comunidades.
Las labores agrícolas de aquellos antiguos pobladores permitieron que fueran grupos sedentarios. Las movilizaciones de sus personas estaban asociadas a actividades productivas, sociales o de guerra. Por eso no pueden decirse que eran semi-nómadas como se ha difundido. La misma estructura y composición de los pueblos que se mencionó antes, claramente presenta un tipo de asentamiento propio de gente sedentaria.
Aunque la mayoría de las personas se dedicó a la agricultura, también habían especialistas en otras actividades tales como la cestería, la orfebrería, el trabajo en piedra y la alfarería. Otros se dedicaron a hilar y tejer hamacas y prendas de algodón con tintes vegetales o del corazón de múrice. Y no faltaron, tampoco, aquellos que prepararon los panes de sal y los que elaboraron collares de conchas que habían sido recogidas a las orillas de las playas.
Las distintas actividades productivas estuvieron directamente asociadas con el ambiente natural presente en cada cacicazgo. Así por ejemplo, el procesamiento de sal y la extracción del tinte de múrice se realizaba en ambientes costeros; la elaboración de piezas de oro, en ambientes donde éste existiera. Las materias primas disponibles fueron muy importantes para el desarrollo de la vida cotidiana y del sistema económico y político de entonces. La posesión de aquellos recursos menos comunes favoreció la competencia entre los caciques.
Los miembros de las familias extensas –concepto entendido como el
conjunto de tres o cuatros familias que viven juntas bajo un mismo techo- se dividían las labores de acuerdo con su sexo y su especialidad, la que estaba organizada por medio del clan al que se perteneciera. Refieren las fuentes que a los caciques se les servía, se les sembraban sus campos y se le construían sus viviendas, lo que pone en evidencia la diferencia entre gobernantes y gobernados, que pueden haber generado conflictos y rivalidades en distintas ocasiones.
Los clanes, grupos de descendencia compuestos por miembros de diferentes linajes se ocupaban tradicionalmente de actividades muy concretas.
La presencia de varios miembros de diferentes clanes en mismo pueblo aseguraba un mayor acceso a bienes variados, por la especialidad productiva de cada uno. Esa organización del trabajo permite reconstruir un panorama humano que presenta grupos de hombres y mujeres en intensa actividad, donde los muchachos se encargaban de tareas como las de espantar aves que se comían los maizales y otros productos.
La herencia de las especialidades laborales, la pertenencia a clanes específicos, los derechos sobre la tierra y los cargos políticos y religiosos perecen haber estado determinados por la línea materna. La mujer indígena jugó un papel fundamental en estas sociedades en las diversas actividades que se desarrollaban, donde la actividad productiva fue básica. La importancia de la mujer indígena en relación con la tierra se puede identificar en la historia del Valle Central hasta el siglo XIX.
Cada jefe del grupo familiar extenso intercambiaba excedentes de todo tipo con hombres de otros pueblos. De esos entregaba también una fracción a los caciques superiores. Así, la producción se movilizaba en medio de transacciones pensadas e interesadas, cumpliendo una labor intermediaria en el desarrollo y fortalecimiento de relaciones políticas, sociales y económicas.

7. LOS RECURSOS EN SU RELACIÓN CON EL PARENTESCO Y LA POLÍTICA
La variedad de recursos disponibles en cada cacicazgo, incluyendo los bienes elaborados por los especialistas y los bienes que se adquirían de lugares lejanos (piezas de oro de Colombia y Panamá, por ejemplo), y la necesidad de asegurarse aliados en este ambiente hizo que el intercambio fuera una actividad trascendental en estas sociedades. Se intercambiaban bienes materiales de valor similar. Pero también se buscaban transacciones que incluyera el movimiento de bienes intangibles como el prestigio o los favores.
En estas actividades se intercambiaban ideas y se difundían los últimos acontecimientos: la gente se comunicaba aspectos de interés político, entre otros, lo que ayudó a los caciques a planear sus estratégicas.
El poder político, además de estar vinculado con la pertenencia a clanes importantes, estaba estrechamente relacionado con la cantidad y calidad de los recursos de que pudiera disponer o controlar un cacique. En este aspecto, los artículos suntuarios jugaron un papel relevante, por ejemplo, el oro. Los bienes escasos también fueron relevantes, como la sal, que solamente se adquiere en un medio natural particular. Por la posesión y disposición de esos bienes (entre otros) los caciques compitieron entre sí y se esforzaron por gobernar de manera tal que les permitiera ganar aliados y servidores en vez de enemigos. En este intento, con frecuencia, surgieron rivalidades y las guerras fueron cotidianas.
El origen ancestral de los caciques –personaje como los descendientes de antepasados míticos de alta jerarquía- los colocaba en una posición en el ejercicio del poder, que se legitimaba, además, por el parentesco. Nacidos en clanes de rango importante e imbuidos de poder en los diferentes pueblos de un mismo cacicazgo o en cacicazgos vecinos, estos individuos se convirtieron en el grupo dominante de entonces. Existió una jerarquía de caciques conformada por un cacique mayor y otros secundarios, denominados en huetar ibux, taque y uri, respectivamente.
Sus matrimonios –y aparentemente los de los demás miembros de la
sociedad- estuvieron regulados por leyes específicas que determinaron que las uniones debían de realizarse entre miembros de una jerarquía similar o igual.
Los diversos clanes estuvieron estuvieron distribuidos en diferentes puntos del señorío o cacicazgo. Los matrimonios fueron exogámicos, lo que implica que no podían unirse miembros de un mismo clan. La unión estos fue de carácter complementario, entendida como la de un miembro de un clan “A” con otro miembro de un clan “B”, unión que fortalecía los lazos sociales y políticos, además de que aseguraba el acceso a los recursos que ofrecieran ambas regiones. Por ejemplo, en el señorío del Guarco las mujeres de Tucurrique contraían matrimonio con hombres de otros cacicazgos como el de Suerre o Pococí. Esto brinda a Corroque, el cacique mayor, el acceso a recursos propio de esas zonas, además de que fortalecía sus vínculos sociales y engrandecía su poder político.
La dinámica interna de los cacicazgos convertía esa forma de organización sociopolítica en un sistema competitivo, en el que el menor desacuerdo o roce por desavenencias o transacciones o rivalidades, podía desembocar en sangrientas batallas. La guerra se convirtió en otro medio para adquirir bienes materiales y no materiales, además de la búsqueda de prestigio que se adquiría al desempeñarse con éxito como guerreros. Por ejemplo, las fuentes contienen episodios que refieren que el cacique de Coto, en el Pacífico Sur, raptó a la hermana del cacique de Quepo, en el Pacífico Central, llamada Dulcehe. La intervención de Juan Vázquez de Coronado logró que ella regresara a su gente por medio del rescate que este dio, el que fue considerado justo por los captores para solucionar el problema.

8. LA COSMOVISIÓN INDÍGENA DE AQUELLOS TIEMPOS
Los caciques conformaron a la vez el grupo dirigente religioso. Sus funciones incluían las ceremoniales, actividades en las que se mezclaban aspectos políticos y económicos en manera conjunta. Por ejemplo, se citan caciques de diferentes regiones del señorío del Guarco que acudían al llamado del cacique mayor y le traían regalos y bienes. Es probable que en una plaza similar a las descubiertas por los arqueólogos en los sectores de la Vertiente Atlántica – Guayabo de Turrialba, Agua Caliente de Cartago, La Cabaña- se reunieran y se efectuaran intercambios en un ambiente ceremonial, cuyo actor principal fuera el cacique.
Estas posiciones religiosas estaban jerarquizadas al igual que las otras que se han señalado. En Talamanca hasta hace pocos años existió un personaje considerado tan sagrado y poderoso por sus súbditos, que no se atrevían a hablarle. La comunicación se efectuaba con la ayuda de un intermediario quien, a la vez, le hablaba de espaldas. Esto era la señal de respeto pero también de precaución ya que era inconveniente mirar de frente a una persona
tan poderosa.
Los caciques se distinguieron, también, por ser intermediarios entre los vivos y los muertos, entre este mundo y el más allá. Por tal motivo, lo españoles dejaron en los documentos diversos pasajes en que los describen oficiando una ceremonia dirigida a aplacar algún fenómeno de la naturaleza o, en otras ocasiones, a lograr el beneplácito para que las cosechas fueran buenas, así como para tener éxito en otras actividades productivas y la guerra.
La cosmovisión de los indígenas, la forma en que se concebían a sí mismos, y a los demás, en relación con el resto del mundo, su manera de pensar la existencia, se originó en una concepción de totalidad del hombre con la naturaleza. En el sistema de pensamiento que los caracterizó no se separaba el hombre de la naturaleza como si fueran planos distintos –como sí se hace por los blancos- sino que tanto el hombre como la naturaleza formaron parte de un mismo sistema.
Esta manera de pensar ayuda a comprender aspectos de las relaciones políticas, sociales y económicas antes comentadas, en el sentido de que si todo forma parte de un sistema integrado, las maneras de comportarse y actuar en múltiples ocasiones estuvieron orientadas por esa concepción. Esta se vio complementada por un principio en el que el indígena baso sus acciones cotidianas, el de la reciprocidad, entendida como el obtener algo por otra cosa que se da.
Las regulaciones que determinan el comportamiento cotidiano moldeaban las conductas con base en la reciprocidad. De esta manera, se crean relaciones entre hombres que se esperaban fueran equilibradas. Por ejemplo, las colaboraciones de o ayudas que se brindaban unos a otros en el seno  familiar, debía de tener un carácter parecido; este podría ser el caso de la construcción de las viviendas, lo que era una actividad comunal. Se trata, fundamentalmente, de un compromiso adquirido en el que una relación con otra parte perece decir: “si me ayudas te ayudo”, mientras que la otra piensa “te ayudaré para que me ayudes”. Esta es la lógica que subyacía a la formación de las alianzas en tiempos de guerra, en la que se unían varios cacicazgos a la vez, en contra de otro u otros. Esa es la situación que se detecta entre los señoríos de Guarco y Garabito contra los cacicazgos de Quepo y de los Chorotegas, a la llegada de los españoles.
Es también la lógica que estaba detrás de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el más allá. La tierra provee de alimento y otros recursos permiten al hombre sobrevivir. Además, se concibe como parte de sí mismos. Por lo tanto, los indígenas creían que la naturaleza debía protegerse, que los recursos naturales debían cuidarse. Esa manera de razonar contribuye a explicar la presencia de ceremonias y rituales especiales dedicados a distintas deidades en el momento en que recogían las cosechas, las que, en algunas ocasiones, se acompañaban de sacrificios humanos como el Pacífico Norte y en Nicaragua. Esa era la contraparte que entregaban los hombres a los seres superiores, a cambio del éxito en las actividades productivas o en la búsqueda de su beneplácito para realizar otras acciones con resultados positivos.
Los párrafos anteriores aclaran que todo hecho material ejecutado por los indígenas, toda acción, estuvo acompañado de pensamientos, actitudes, costumbres y creencias que se enmarcaron dentro de la cosmovisión predominante.

9. DESESTRUCTURACIÓN – REESTRUCTURACIÓN Y RESISTENCIA
Ese complejo panorama cacical era el que prevalecía a la llegada de los españoles. Los conquistadores, motivados por el interés de un rápido enriquecimiento a costa de las riquezas americanas, pronto descubrieron que en el Valle Central de Costa Rica, el oro no era tan abundante como lo esperaban. Por lo tanto la necesidad de sobrevivir y de vincularse al mercado de la época, los condujo a desarticular el sistema de poder indígena.
Ello generó la implantación del sistema de encomiendas, en que a un
español se le asignaba cierta cantidad de indígenas para su servicio. Así, la producción de viejos productos y de los introducidos, como la caña de azúcar y el trigo, descansó sobre las espaldas indígenas. La riqueza material fue obtenida correspondió a los conquistadores. De esa manera se fueron desarticulando también otro tipo de organizaciones indígenas, como la familia extensa, las creencias religiosas, el sistema de intercambio, entre otras. Con el paso de los años, algunas de ellas se fueron perdiendo en su totalidad. De otras, algunos elementos se unieron a los españoles para dar como resultado una nueva sociedad mestiza.
Los indígenas no aceptaron los cambios inmediatamente. Demostraron una fuerte resistencia, a veces caracterizadas por guerras y muertes, y otras, por formas veladas de resistencia. Entre estas últimas, por ejemplo, en muchos pueblos indios se mantuvieron la lengua indígena, los patrones matrimoniales, las reglas en cuanto a la herencia de la tierra, así como algunas costumbres o creencias religiosas que amalgamaron a las de la nueva religión católica.
La resistencia entre los pueblos indios de Costa Rica adoptó diferentes matices y se manifestó de diversas maneras. Los ritmos en que se presentó fueron distintos. Eso explica, en parte, por qué en el Valle Central desaparecieron los pueblos de indios a fines del siglo XIX, mientras que en Talamanca y otras comunidades actuales la lucha y la resistencia continua viva, como sus pobladores.

10. CONCLUSIONES
El actual territorio de Costa Rica no estuvo solo ocupado por bruncas, chorotegas y huetares como se ha difundido por la historiografía tradicional, sino por un conjunto de sociedades organizadas en cacicazgos, interrelacionadas entre sí. Las actividades cotidianas que los ocupaban se proyectaban hacia otras regiones de formas complejas: labores productivas, actividades socio-religiosas, guerra y conflictos, dentro de una cosmovisión particular.
No se puede continuar sosteniendo que no había indígenas a la llegada de los europeos, ni que era aproximadamente 27.200, según acotó el obispo Thiel. Se reitera que estudios recientes proponen una cifra cercana los 400.000 habitantes en aquella época, cifra importante de conocer si se desea una explicación remosada de la historia de Costa Rica. Claro está que son cifras que deben contrastarse, una y otra vez, por diferentes métodos que permitan afinarlas lo más posible. El conocimiento de que las cifras de población autóctona a la llegada de los españoles son mayores de las que se habían difundido, conlleva a reflexiones acerca del proceso de conquista. Debemos quistar los velos que cubren el pasado indígena e interpretar la formación de la nueva sociedad colonial de manera diferente.
Las sociedades indígenas de Costa Rica no fueron el producto de influencias mesoamericanas o sudamericanas como se ha hecho creer equivocadamente. Los primeros pobladores de este territorio –cuya evidencia data cerca de 10.000 años antes de nuestra era- se vieron enfrentados a condiciones ambientales y sociales particulares. Su forma de resolver los problemas y contradicciones fue forjando la base económica, política y social de las sociedades cacicales del siglo XVI. Es correcto que en determinados momentos de su desarrollo histórico las sociedades en cuestión se vieron sometidas a influencias de sus huellas en ellas. Eso explica que a la llegada de los españoles se observan elementos que podemos caracterizar como foráneos entre los propios de los cacicazgos. Peor es incorrecto afirmar que fueron solamente el producto de influencias “extranjeras”, ya que se les estaría negando su capacidad creadora, su propia autoctonía, en un tiempo y en un espacio determinado.
En resumen, el retrato que es posible reconstruir de la gente de aquella época, que vivió en el actual territorio de Costa Rica, es el siguiente: sociedades cacicales en movimiento, dinámicas, cambiantes y no estáticas. La comprensión de este aspecto se hece más expedita si se toma en cuenta el gran número de actividades que pudieron estarse desarrollarse en aquel momento por todo el territorio. La relativamente numerosa población que presentamos en páginas anteriores, pudo dividir parte de su energía a talar el bosque necesario, mientras en otra parte del territorio otros se dedicaban a recoger frijoles, o apenas a iniciar la siembra de un campo de maíz. En otra zona grupos de cazadores podían organizar una salida de cacería a la montaña, mientras que otros hombres podían pescar en las costas o en los ríos. En los pueblos, unos se podían ocupar en hilar y tejer, mientras otros en elaborar arcos, flechas herramientas y piezas de cerámica.
Un ejercicio mental posibilita la visualización de las rutas, trillos y caminos llenos de hombres cargando bienes para intercambiar con otros.
También se pueden imaginar balsas, hombres y bienes atravezando el Golfo de Nicoya, desde el actual puerto de Caldera hasta la isla de Chira, para pasar luego de allí a Nicoya.
Tampoco es imposible imaginar un cacique ejecutando una ceremonia religiosa con sus súbditos o, en otras regiones, el desarrollo de pillajes, muertes, emboscadas e incendios como resultado de las contradicciones surgidas en el seno de los cacicazgos y que podrían originar cambios.
Ese panorama no fue exclusivo de los indios de Costa Rica en el siglo
XVI. Se extendió más allá de las fronteras actuales y fue compartido, con mayores o menores diferencias, por otros grupos centroamericanos (y americanos, en general), quienes también se vincularon entre sí, y con otros, en actividades socioeconómicas. Ello conformó un horizonte amplio de ocupación territorial por sociedades dinámicas en el istmo, a la llegada de los españoles.
Las sociedades cacicales como sistemas sociopolíticos se encontraron también en otras regiones americanas, por lo que los españoles conocían su funcionamiento fundamental. Su llegada a estas tierras se realizó cuando ya habían conquistado otras, con actos y estratégias que lo proveyeron de experiencia y de un bagaje de conocimientos que influyó en el proceso de conquista que se siguieron en Costa Rica. Ello no modificó los elementos esenciales por los que se caracteriza una conquista: violencia y agresión, violaciones ante las que los hombres y mujeres que las sufrieron, opusieron una tenaz resistencia como respuesta.
La conquista española en Costa Rica se basó en la desestructuración de la organización indígena con la finalidad de satisfacer el carácter mercantil que la distinguió. Los conquistadores cifraron sus esfuerzos de dominación en estorbar el funcionamiento de las redes políticas, económicas, sociales y religiosas que unían a estos pueblos. En estos intentos, los caciques eran piezas importantísimas de controlar: desde ellos los conquistadores podían extender el dominio “hacia abajo” hacia el resto de la población. Así causaron caos y trastorno en el seno de los cacicazgos, desestructurando la sociedad autóctona para tomar de ella aquellos elementos que servirían a sus intereses en la formación de la nueva sociedad colonial.
Las conclusiones comentadas en párrafos anteriores, nos conducen a reflexionar acerca de que las preocupaciones principales del historiador estriban en clarificar la historia por medio de investigaciones serias y sistemáticas. Una parte fundamental en este quehacer se conforma, además, por la difusión de los resultados que alcance. En el propio país, para que los costarricenses comprendan su pasado, conozcan su presente e identifiquen sus raíces como un paso fundamental en la formación de la identidad nacional.
Pero es especialmente importante que comprendan las explicaciones al presente de los pueblos de indios, a las reservas indígenas actuales. Y, en el extranjero, como medio de dar a conocer un episodio de la historia de Costa Rica como resultado de investigaciones interdisciplinarias recientes. En algunos aspectos, esa historia fue compartida por otros países latinoamericanos, bagaje común que tiene un puente de raíces que favorecen el acercamiento entre naciones.

Sociedades cacicales
http://www.costaricaweb.com/general/fp2.htm
Cuando llegaron los españoles, los habitantes de Costa Rica se encontraban organizados en cacicazgos, es decir tener un jefe o cacique.
El cacicazgo más importante del pacifico norte era el de Nicoya. En el valle central se encontraban los cacicazgos de Garabito, Pacaca, Aserri, Curridabat y Guarco. Además, en esta región existen señoríos, que eran federaciones de aldeas gobernadas por los caciques mayores o señoríos. Se encontraban los señoríos de Garabito y Guaraco.
Al norte, estaba el cacicazgo de los votos y cerca de la costa Atlántica estaban los de Suerre, Pococi, Tariaca y Talamanca.
En el pacifico sur existieron varios cacicazgos entre los que sobresalen el de Quepos, el de Coto y el de Boruca. Estos los opusieron mucha resistencia a la conquista española y los borucas actuales todavía mantienen algunas costumbres de sus antepasados.

Licda. Eugenia Ibarra R.
http://historia.fcs.ucr.ac.cr/hcostarica/materiales/cacicazgos_conquista.htm

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